miércoles, 22 de diciembre de 2010

Pensando en voz alta


Siempre sentí las ganas desenfrenadas, no sólo producto de antojos, sino de necesidades, de comerme la vida a cucharadas soperas.

Creo que es por eso que no me arrepiento de nada de lo que he hecho, y sí tiendo a castigarme duramente por lo no hecho. Sé que no se puede hacer todo en la vida, pero con intentarlo… El NO intentarlo es lo que me aprieta el corazón de rabia.

Será por eso que no mezquiné vida a la carvana, los amigos, el piano, los libros, la música, la familia, los amores y los estudios. Será por eso que mi madre siempre se ha estresado al escucharme, por novena vez, decir que “SÍ”, que “DE UNA nos juntamos este viernes a las 9”, a la novena invitación de diferentes grupos de amigos. Cabe destacar que los amigos que han logrado permanecer a mi lado, han sido aquellos que han entendido mi condición de hacer todo lo que se pueda hacer, y no se han enojado a la N° vez que quedaron abandonados porque “uuuuhhhh, me re colgué”.

Será por eso también que fui de las que “corrió” la carrera universitaria, porque quería ver qué venía después o quería estar lo suficientemente suelta para cualquier propuesta indecente de la vida.

Será por eso que no dudé, ni dudo, en ponerle toda la pasión a mis relaciones.

Creo que si el corazón debe explotar, un excelente motivo, es de alegría. No quiero mezquinar corazón. No quiero mezquinar alas.

Trato de hacer todo de modo tal, que sienta que desde la punta de los dedos de los pies, hasta la de los dedos de la mano bien estirada, me queda corto para encerrar el alma y la felicidad.

Por eso no me guardo la carcajada, el papel ridículo a tiempo, ni la puteada si es necesario. Con las lágrimas aún tengo que trabajar…se me esconden más de lo que quisiera.

Estoy orgullosa de lo que he aprendido, que si es de manual? MENEFREGA! Ojalá nos dieran ese manual al comenzar la primaria.

Aprendí a perdonar, aprendí a pedir disculpas, aprendí a que lo de la otra mejilla es cierto!, que es un placer hacer reír a la gente y reírse de sí mismo. Que es buenísimo caminar por la calle sonriendo. Que hay que estar en los cumpleaños, porque hasta el más otario antifiesta, está esperando que estés y que te acuerdes. Aprendí que somos mucho más importantes para muchas personas, de lo que realmente nos imaginamos. Aprendí que los silencios son mucho más profundos y comprometidos que las palabras. Que el compromiso no se habla, se demuestra. Que hay que saber pedir para recibir. Que realmente se recibe mucho más con la mano abierta. Que cuanto menos cosas materiales se necesitan, se es más feliz. Que lo que a la mayoría le parece correcto, para mí puede ser totalmente errado, y que ambos lados están en lo cierto.

Aprendí que el cristal con el que se miran las cosas es la explicación a los sentimientos y actuares de las personas, y que cada uno mira desde su cristal del momento, y que, por ende, juzgar al otro es ser lo suficientemente soberbio como para creer que tu cristal es el correcto. Que el cristal con el que se miran las cosas puede cambiar mil veces…y que eso es perfecto!.

Aprendí que machacarle sus errores permanentemente a los demás, sin motivos, no es “ser honesto”, es ser irrespetuoso y desubicado.

Una de las últimas cosas que aprendí, es que quien de primera de cambios no se abre a vos, no significa que sea una persona que no te deba interesar o no te quiera, sino que está tomándose el tiempo para conocerte, y eso es totalmente respetable, porque cuando te elija, te elije en serio.

Aprendí que todo se da, y se dará, en el momento que se deba dar. Que soy la única capitana de mi barco, y por ende, totalmente responsable de los puertos a donde llego.

Aprendí que cada día puede ser el último, y como tal, no hay que dejar que pase por nuestra vida como uno más. Que cada mañana somos afortunados en abrir los ojos. Que no nos damos cuenta de lo afortunados que somos, hasta que no llega el momento de sentirnos desgraciados.

Que tengo dos ojos, dos oídos, dos manos, brazos, piernas…todas en su lugar y funcionando como se debe, y ya por eso, debería sentirme una de las personas más afortunadas del mundo.

Aprendí que en cada edad de la vida, en todas sus etapas, consideramos que “ahora sí soy adulto”; por ende, en cada una de esas etapas, cometemos errores garrafales, por novatos y creídos de haberlo aprendido todo.

Realmente aprendí, que el mayor amor, se da y se manifiesta, cuando se quiere la felicidad del otro por sobre la propia.

Aprendí que todo pasa por algo, y que cuanto más duro sea el golpe, más nos va a costar aceptar que era lo que tenía que pasar. Aprendí que la forma de entender eso, no es colocando sobre la balanza lo ganado y lo perdido.

Aprendí que siempre que se pierde, se gana, y que siempre que se gana, se pierde…lo difícil, es ser consciente de ambas partes.

Entendí que el mundo es mi casa, y que como mi casa, es uno solo, y debo cuidarlo.

Aprendí que siempre estoy al medio, y que tendré siempre personas mejores y peores que yo, y que eso no me hace mejor o peor que nadie.

Aprendí que cuanto más se sabe, más se ignora, porque el mundo del conocimiento es infinito. Entendí que quien cree que sabe todo, es porque tiene su mirada y su conocimiento totalmente limitados.

Aprendí que mi vida es demasiado importante para algunas personas, como para andar arriesgándola por hacerme la corajuda, o recibir un shock de adrenalina.

Aprendí que el arte, tanto humano como natural, es un milagro y un regalo. Que por donde sea que miremos, tenemos cosas para agradecer: una flor, un cuadro, una nube, una comida, un perfume, una mariposa.

Aprendí que lo que a otro le duele, a mí me duele, y que eso me hace bien…me hace humana.

Aprendí que las relaciones no duran para siempre, y por lo tanto hay que disfrutarlas. Que lo que hoy te hace amigo, pareja, o compañero de emociones, mañana puede cambiar, y los caminos se pueden dividir para siempre.

Aprendí que familia es la que uno elige. Su manada.

Aprendí que todo lo que creo que he aprendido, puede estar errado, pero que en este momento no tengo la capacidad de percibirlo.

Todo esto lo aprendí equivocándome…y el peor error que he cometido, es creer que ya sabía lo suficiente. Entendí que aún no sé nada de nada.

Que sólo sé que no sé nada.